Elucubraciones de «JudeA» (Jubilado del Abasto)

Tengo que reconocer que este es un verano caliente, tanto en lo climático como en lo comunitario, y ni siquiera el haberme alejado unos días de Pasteur y Tucumán, instalándome en el country en el que pasan el verano mis hijos me dejó disfrutar del juego ciencia.
Enero parecía terminar sin problemas luego del excepcional acto en el Palacio San Martín, pero una carta, una exhortación de la AMIA a la DAIA, que ni siquiera firmó don Agustín movilizó a la comunidad.
Recluido en el country, un llamado telefónico me puso al tanto de lo que estaba ocurriendo, y a partir de ese momento deje de disfrutar de la tranquilidad suburbana para dividir mis elucubraciones en dos sentidos: cómo un dirigente puede convertirse en el centro de todo el “rum rum” comunitario y cómo evitan el resto de los dirigentes involucrados quedar “pegados”.
Casi una quincena después de que la “carta” fuera difundida mis elucubraciones siguen sin darme una respuesta que me conforme, pero en lugar de delirar soluciones les cuento, cronológicamente, mi visión de lo ocurrido. –
En el country
La verdad sea dicha, luego de mucho pipiripipí no la convencí a Eleonora, la madre de mis hijos y de acuerdo a la ley mi conyugue, que en lugar de instalarnos el viernes 25 de enero lo hiciéramos el martes 29, así podía ser uno de los asistentes al acto conmemorativo de la Shoá.
Así que el viernes, a eso de las seis de la tarde llegamos al country, y luego de saludar a los nietos nos instalamos en la pieza del chalet destinada a los ancianos de la familia, nosotros y nuestros consuegros.
Esa noche me fui a dormir temprano, el aire “puro” me agota, y el sábado, luego de un desayuno tardío, nos sentamos con Adalberto a disfrutar de nuestro deporte preferido.
Después de almorzar, en mi caso una ensalada para cuatro aderezada con aceite y limón, acompañada con galletitas sin sal y agua mineral con gas, volvimos con Adalberto a despuntar el vicio, y cuando ya anochecía y más de diez partidas perdidas cada uno, sólo contábamos las que nos ganaba nuestro contrincante, decidimos irnos a duchar y seguirla el día siguiente a la tarde, a la mañana había que leer los diarios y ayudar a prender el fuego para el asado.
El domingo fue un día en familia, los nietos corrían de la pileta a la cancha de tenis, y alguno a jugar un rato al futbol; las madres tomaban sol cubiertas de bronceador, los hijos y los yernos preparaban el asado y luego limpiaban la parrilla. A media tarde con Adalberto abandonamos el ajedrez y nos prendimos en una mesa de burako hasta el anochecer en que volvimos a comer
Les cuento para que se ubiquen que Adalberto es otro jubilado, de Belgrano y Devoto, también ajedrecista frustrado que después de vivir en la tierra ancestral, decidió regresar a disfrutar de la renta de los locales que su padre había comprado en Once, Villa Crespo, Flores y Barracas, y los edificios de departamentos que había construido en los barrios periféricos
Les cuento todo esto pues fue este entrañable amigo de la jubilación el que me hizo modificar la decisión que había tomado luego de mi último viaje a Tierra Santa, involucrarme en temas que tenga que ver con las instituciones judías, y las internas que agrietan a la comunidad.
Un acto excepcional
Al levantarme el lunes decidí que iría al acto de la Shoá en el ministerio de Relaciones Exteriores, así que después del desayuno le dije a Eleonora que me iría en el ’57 Buenos Aires, y volvería a la noche, desde hace unos años deje de manejar por lo nervioso que me pongo y viajo en colectivo y subte.
Al rato mi mujer me dijo que ella me llevaría, pues mientras yo iba al acto, ella se encontraría con unas amigas.
Aproximadamente a las cuatro de la tarde Eleonora me dejó en Santa Fe y Esmeralda, y caminando bajo el sol llegue al Palacio San Martín, donde note que el ingreso era por una puerta lateral. Hacía allí me dirigí y tuve la primera sorpresa de la tarde, como nadie me había invitado no figuraba en los listados y no podía entrar. El joven que me atendió fue muy amable, pero por más que le decía que me había enterado por un mail y decidido concurrir, no me dejaba entrar.
Un par de señoras que conocía de vista, creo que de Hacoaj, escucharon lo que me pasaba, y cuando me iba a ir, una de ellas me dijo “yo entro con un grupo, así que venga con nosotros, pero en el salón se nos separa”.
Luego de esperar una media hora, cuando la amable señora consideró que estaban todos, nos llevaron por una escalera lateral al primer piso, desde donde entramos al Salón San Martín, que ya estaba bastante lleno.
Mientras el grupo ingreso por la derecha, yo lo hice por la izquierda, donde las sillas estaban reservadas para los miembros del cuerpo diplomático. Me ubiqué en el fondo de ese sector, donde todavía había algunos asientos vacíos, por suerte nadie me vino a preguntar que hacía ahí, y pude estar sentado durante todo el acto.
Tengo que decirles, estimados lectores, que tenía una extraña sensación debido a que nunca lo había escuchado al nuevo presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, a quien familiarmente llaman “JK”, y que no me imaginaba hablando sobre la Shoá al Presidente de la Nación.
La verdad es que JK estuvo muy bien, esa fue la segunda sorpresa, exponiendo un discurso corto y perfectamente relacionado con la conmemoración. Luego Mónica Davidovich brindó su testimonio, que, si bien lo conocía porque había leído su libro, igual me emociono, convirtiéndose en la tercera sorpresa.
Las palabras de Don Mauricio me sorprendieron, pues fueron acordes a la conmemoración y también a la labor que, según sus palabras, el Gobierno que preside está llevando a cabo. Tengo que reconocer que cuando terminó de hablar, me olvide de los aumentos del gas, de la luz, del boleto de los colectivos y tantos otros y lo aplaudí, igual que el resto de los presentes.
Después de saludar a varios sobrevivientes, al presidente de la DAIA y otras personas sentadas en la primera fila, Don Mauricio se retiró del salón acompañado por JK, y el locutor oficial anunciaba que el acto había concluido.
Lentamente, tuve que esperar que los diplomáticos se retiraran para poder llegar hasta el escenario y saludar y felicitar a Mónica Davidovich, después despacio me dirigí a la salida, bajando con mucho cuidado la escalera salí del Palacio y fui a sentarme en la plaza, ya que tenía que esperar por lo menos una hora hasta que Eleonora pasara a buscarme.
Mientras esperaba sentado en la plaza, en el apuro me había olvidado de agarrar la billetera, me di cuenta que entre los diplomáticos no lo vi a don Ilan, aunque sí a Yosí. Pasados varios minutos hubo un detalle del que me llamó la atención: no se cantó el Himno de los Partisanos, ni tampoco el Himno Nacional Argentino ni el Hatikva.
Por suerte Eleonora se adelanto unos minutos, yo ya tenía ciertas necesidades, y juntos fuimos a tomar la merienda al Paseo Alcorta, aprovechando el estacionamiento, pero yo ya sabía que merendar, y que yo fuera al toilette era una argucia para hacer compras.
Nos fuimos del Shopping casi cuando cerraban, con tres bolsas colmadas de compras pagadas con la tarjeta de crédito, y mientras volvíamos al country paramos en una parrilla a cenar.
Una semana de “locos”
Cuando el miércoles Adalberto me preguntó que me había parecido el acto, le dije que era el mejor de todos a los que había asistido.
Mientras seguí frustrándome, de 12 partidas esa tarde perdí nada más que 7, una parte de mi cerebro estaba en otro lado, preguntándose como Adalberto sabía que había ido al acto, yo no se lo dije y tampoco lo había visto desde el domingo, cuando jugamos al burako.
El jueves a la tarde me llamó Cris y me pregunto qué me había parecido “la carta”. Aprovechando el hermoso día con Adalberto despuntamos el vicio en continuado desde las 8 de la mañana, primero al costado de la pileta, y después del almuerzo debajo del árbol que está a la entrada del chalet del vecino. Adalberto había perdido 18 partidas y yo tan solo 16, por lo tanto, no había tenido tiempo de mirar el celu, que siempre lo tengo con el sonido desactivado para que no me moleste cuando analizo que jugar.
Había recibido más de 50 whatsapp, algunos tenían dos líneas y otros eran una meguila, pero todos criticaban el contenido de la carta, y decían conceptos, para mí irrepetibles, sobre don Agustín que algunos también destinaban al resto de los miembros de la Comisión Directiva de la AMIA.
El viernes los whatsapp no disminuyeron, como tampoco la intensidad de la crítica, y don Agustín respondía desde Eretz Israel, a donde había viajado por motivos particulares, a todos los periodistas que lo llamaban.
Que los familiares y sobrevivientes del atentado a la AMIA elevaran sus protestas era lógico, que las autoridades de la DAIA y de muchas de las instituciones que la integran dijeran que no harían lo que la AMIA les pedía, era coherente con su postura.
Que miembros de la comunidad enviaran mensajes pidiendo que se vayan todos los dirigentes de la AMIA no debe sorprender, es una forma de protesta generalizada.
También es lógico que los sectores contrarios en la política comunitaria al Bloque Unido Religioso plantearan que se debía convocar a los socios para elegir una nueva conducción
Don Agustín respondió a toda esta sumatoria de protestas y críticas a la “carta” presentando un pedido de licencia por tiempo indeterminado, a lo que algunos respondieron diciendo que lo que ellos querían era la renuncia, entre estos están algunos directivos de la AMIA.
Los miembros de la Comisión Directiva de AMIA aceptaron el pedido de licencia, pero algunos quieren más para no renunciar ellos, no sé si disconformes con el tenor de la carta o con las declaraciones posteriores de don Agustín.
Jaque mate comunitario
Antes de la “carta” y de los whatsapp todos quienes observaban lo que ocurría en la comunidad sostenían que después del atentado a la AMIA se había producido una grieta que la dividía.
Yo compartía esa opinión, y discutía con Adalberto porque él sostenía que la grieta era algo que existió desde el mismo momento en que se constituyó la comunidad, hace más de 150 años.
Independientemente si la grieta es nueva o histórica, lo que me preocupa es cómo continuará esta rara situación.
No lo sé pues, como digo más arriba, mis elucubraciones no me ofrecen, por el momento, una respuesta adecuada a lo que considero que puede ser aceptable para todos los involucrados (dirigentes, familiares y amigos de las víctimas del atentado a la AMIA, socios de la AMIA, judíos interesados en la continuidad, etc.). Esto ocurre debido a que cada vez que analizo que posibilidades existen para evitar que la grieta siga extendiéndose, lo que me surge es un jaque mate comunitario: es decir que habrá ganadores y perdedores.

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