Hace unos diez meses comenzaba la historia que determinaría la manera en la que atravesaríamos la mayor parte del 2020.
Pandemia de por medio y cuarentena cuasi eterna, nuestra mente, cuerpo y alma se prepararon para sostenernos en el tiempo. Algunos se planificaron para tres meses, otros para seis y los más negativos pensaron que en enero o febrero ya estaríamos librados de la enfermedad, vacuna o remedio mediante, y habríamos vuelto a la normalidad.
Y pasaron los meses y nuestra preparación interna dio sus frutos, a algunos más y a otros menos. Atravesamos la cuarentena conviviendo con la familia, guardándonos para no enfermar; algunos trabajamos home-office, otros quedaron sin trabajo y tuvieron que repensarse y ver cómo llevar el día a día, los que pudimos aprendimos a convivir y compartir espacios durante largas horas y otros habrán soportado largas agonías. Por marzo comenzamos y hasta aquí llegamos.
Pero la cabeza, el alma y el cuerpo estaban listos para volver a la normalidad y eso no estaría sucediendo. Lo esperado, por algunos, no está ocurriendo. Las vacunas no están aún, y algunos tienen sus dudas sobre ellas, la cura no llegó, pero el rebrote sí. Y la palabra restricciones comenzó a resonar en el ambiente.
La angustia del momento más la sumatoria de la restricción de tantos meses y la espera de que a esta altura todo ya estaría solucionado, nos hace ver personas angustiadas, temerosas, con ansiedad, aburridas, aisladas, a las que les cuesta conciliar el sueño, y tantos síntomas más de este todo que se había preparado para estar hoy en libertad.
Aquí y ahora, esta es la realidad. Rebrote. Segunda cepa. Barbijos. Distancia física. Reuniones en burbujas. Saludos de codos. No a los abrazos y besos. Alcohol en gel. Lavado de manos. Hay que seguir cuidándonos: por nosotros y los otros. Siempre la vida está primero.
Aquí y ahora. Hablo con mi cuerpo, con mi mente y con mi alma y reseteo. El valor del aquí y ahora. Hoy es así. Este instante es así. No sé hasta cuándo. No sé mañana. Solo sé que esto también pasará, no será eterno.
Si no puedo cambiar lo que sucede afuera, cambio yo y me pregunto: en esta realidad ¿qué quiero hacer? ¿de qué tengo ganas? ¿cómo puedo aprovechar esta circunstancia en mi beneficio?
Y separo: distancia física NO es distancia social. Esta situación no me obliga a aislarme ¿Seré yo que me estoy aislando? Cuidarme y cuidar al otro no me obliga a dejar de contactarlo.
Reseteémonos, parece que todavía falta un tiempo más…
Y a vos ¿qué te gustaría hacer hoy?

Lic y Counselor Graciela Polonsky

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