En Revista la Luz hoy recordaremos al periodista y escritor judeo-argentino, Bernardo Ezequiel Koremblit reproduciendo la conferencia que brindo Víctor Zajdenberg en la Asociación Argentina de Escritores (SADE) representando a la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) en el marco del aniversario de los 100 años del nacimiento del escritor en 2016.

Bernardo Koremblit nació en 1916, hace 100 años, en momentos muy especiales de la humanidad en general y de la República Argentina en particular.

Europa se estaba desgarrando con la incongruente y sangrienta 1ª. Guerra Mundial mientras Argentina elegía, aplicando por 1ª vez la Ley Saenz Peña, al 1er. Presidente democrático de su historia, don Hipólito Yrigoyen.

La vasta capacidad cultural y literaria de Bernardo Koremblit la desarrolló desde una muy temprana edad (17 años) en el periódico Crítica y, partiendo de dicho joven comienzo, en otras numerosas publicaciones argentinas y del exterior.

Asimismo cabe destacar los valiosos artículos y columnas de opinión escritos por Koremblit en el Diario La Prensa, durante sus largos años de colaboración.

El mismo gustaba decir a sus amigos y conocidos que “nací en una biblioteca”.

Así es que, el 25 de Setiembre de 2003, en la presentación del libro “Guerchunoff o el vellocino de oro de la literatura”, Bernardo Ezequiel Koremblit alegara que “mi patria natural es la literatura”.

Entre sus notables cualidades, que testimonian su carácter y actitud, vale haber sido, durante 31 años, Director de Cultura de la Sociedad Hebraica Argentina (SHA), una importantísima Institución Judeo-Argentina adherida a la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), a la que hoy tengo el honor de representar.

Cuenta Bernardo Koremblit que en Junio de 1967 Jorge Luis Borges, muy afectado por la inminente guerra que se estaba por producir en el Cercano Oriente entre el Estado de Israel y varios países árabes que lo rodeaban, fue a su despacho como Director de la Sociedad Hebraica y le dice: “Koremblit, yo quiero ayudar”. Y ciego como ya lo estaba le dictó un poema que traía en la memoria titulado “A Israel”.

De todos los fecundos textos de Bernardo Ezequiel Koremblit habrá que recordar tres de ellos por lo aparentemente contrapuestos pero que, en lo profundo, representan las dos caras de la humanidad.

En “ROMAIN ROLLAND. HUMANISMO, COMBATE Y SOLEDAD” enaltece la figura de este gran escritor de los libros Juan Cristóbal y El Alma Encantada, como defensor de la causa de la paz y la unión universales en su carácter de novelista, de autor de ardientes ensayos y valientes polémicas contra la cruenta guerra que se estaba desarrollando.

En “EL HUMOR: UNA ESTÉTICA DEL DESENCANTO”, realiza ensayos mitigadores sobre el humor, el honor y el amor: “Quien quiera hacer dichosamente el intrépido viaje sobre los abismos de la vida debe realizarlo en el funicular del humor. El humor es una actitud ante la vida, como el romanticismo y el espiritualismo. El humor encuentra el grano de la vida entre la mucha paja que oculta el reino de este mundo. El humor lo es todo.

Finalmente, en “LA TORRE DE MARFIL Y LA POLÍTICA” desarrolla las contradicciones entre los intelectuales y los políticos, adentrándose en la tragedia del poeta, escritor y brillante orador del Imperio Romano Marco Tulio Cicerón cuando, una vez asesinado el “Dictador” Julio César es asesinado a su vez por los tres “Dictadores” que lo sucedieron, Marco Antonio, Lépido y Octavio, por defender la República, la Democracia y la Libertad.

Esos fueron los ideales y las acciones del gran escritor judeo-argentino Bernardo Ezequiel Koremblit.

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