Escribo estas líneas de la gran incertidumbre que me genera, desde hace ya bastante tiempo la Argentina.
Incertidumbre entre otras cosas, no seamos tan ingenuos. Nombremos algunas emociones que tengamos en estos momentos tan difíciles que estamos atravesando: la lista es larga y, bastante amarga, diría yo.
Más allá de la incertidumbre de no saber nada; ni cuándo, dónde ni tampoco cómo. También sentimos angustia, preocupación, enojo, un malestar constante, bronca, impotencia, desesperanza, frustración, les comenté que la lista es larga y amarga.


Estas son épocas en las cuáles todo nos parece difícil: si quiero viajar, no puedo. Sí estoy afuera y quiero regresar, tampoco. Sí me quiero vacunar, tengo que esperar mi turno. Si quiero que mis hijos asistan a la escuela, tengo que esperar que el gobierno lo apruebe. Si deseo irme a otra provincia, tengo que sacar un permiso que me habilite hacerlo. Si quiero volver tengo que hacerme un hisopado. Si tengo que manejar de noche, tengo que bajarme una aplicación que me avale. Si quiero sentarme a comer en un restaurante tengo que pedirle permiso al intendente o al que gobierne esa zona. Si quiero comprar en algún negocio tengo que hacer fila afuera y aguardar mi turno. Sí tengo que pedir un turno médico tengo que rezar para que funcione Internet. En fin, todo es cuestión de pedir permiso y tener infinita paciencia.


En cuanto al enojo o la bronca, no puedo encontrar el remedio perfecto, quizá podría hacer yoga, salir con mi perro a caminar por Palermo (¡¡Eso me dejan!!), pintar algún cuadro, hacer gimnasia en mi casa o cocinar algo rico, nada nuevo que no hayamos probado en estos largos y tremendos meses de encierro y cuarentena. Por lo tanto habría que pensar en otras opciones, yo no las encuentro, quizá, ustedes sí.
No soy una persona creyente así que no puedo depositar mi esperanza en ningún D´os. Si tuviera fe en algún D´os podría autoconvencerme creyendo que este sufrimiento tiene algún sentido y que pronto pasará. Por lo tanto intento tener esperanza en el mundo y, sobre todo, en la Humanidad: a veces lo logró, a veces no.


En cuanto a la preocupación sugiero ir preocupándonos “día a día”. La frase de mi amigo: “Vamos viendo”, es ideal para estos casos, sobre todo, por que al no haber seguridad ni previsibilidad en nada es mejor ir de a poco y no organizarse, por que total, para qué.


Y en cuanto a la angustia…¿Qué decir? Pidamos ayuda a nuestros amigos, escuchémoslos, tomemos con ellos un café aunque lo hagamos sentados en la vereda espantado a los vendedores y chupando frío. Salgamos con ellos a caminar, a reírnos y a consolarnos mutuamente: eso ayuda, contiene, fortalece y calma.
Para terminar, no nos olvidemos de agradecer que estamos sanos, que levantamos los ojos al cielo y agradezcamos a quien este allí arriba, en este punto es probable que sea algo creyente, que estamos vivos.


Por la Lic. Patricia Dina Kossoy, psicóloga y voluntaria del Centro Simón Wiesenthal

Las opiniones expresadas en esta nota son de exclusividad del autor.

Deja un comentario