
Kafka nació en el antiguo gueto de Praga el 3 de julio de 1883 y a pesar de que su padre trató de alejarse de la comunidad judía y de que su familia fuera declarada oficialmente checa, Franz se interesó por un tipo concreto de judaísmo: el jasídico, que daba una especial importancia a lo místico y a lo sobrenatural. Aún así también estuvo abierto a otros movimientos como el sionismo, que defendía la creación de un Estado judío en Israel.
Aunque Kafka tuvo cuatro parejas, nunca consiguió tener una relación estable hasta conocer a Dora Diamant, hija de un comerciante judío quien le acompañaría hasta el final de sus días. Fue con Dora con quien seguramente el escritor pudo por fin entablar una auténtica relación de pareja. Gracias a ella se mudaron a Berlín, donde, a pesar de vivir de manera muy austera, fueron realmente felices. Uno de sus sueños era instalarse en Palestina y abrir un restaurante en el que ella sería la cocinera y él, camarero. Sueño que finalmente no pudieron cumplir.

Kafka concurrió a clases de Talmud del profesor Harry Torczyner (Tur-Sinai) en el Hochschule de Berlín para Estudios Judaicos. Estudió hebreo, se identificaba con la literatura sionista que leía en el Selbswehr.
Franz Kafka fue el mayor de seis hermanos y de él se esperaba que en un futuro se hiciera cargo del negocio textil familiar. Pero los planes del joven eran bien distintos, lo que provocó un violento enfrentamiento con su padre, un hombre dominante y de carácter irascible. Sintiéndose incomprendido, Kafka ocultó sus sentimientos reales en una especie de caparazón para que nadie lo tildara de “bicho raro”. Tras abandonar el hogar familiar, plasmó sus emociones más íntimas en La metamorfosis, obra publicada en 1915.
El primer entusiasmo judío de Kafka fue el teatro ídish, por el que se interesó ávidamente. Entre 1910 y 1912, asistía a las representaciones de una compañía teatral del Este en el Café Savoy, y en sus diarios abundó acerca del valor de esas obras.
De uno de los actores, Isak Loewy, se hizo íntimo amigo. De él escuchaba relatos acerca de la infancia judía en Polonia. La velada en la que Loewy recitó trabajos de I.L. Peretz, Abraham Goldfaden y David Pinsky, fue presidida por Kafka. En una de las pocas superaciones de su timidez, Kafka organizó una velada ídish en la Sala de Banquetes de la comunidad judía. Allí, por única vez en su vida, pronunció un discurso, en el que comentó el poema de Simon Frug Zamd un Schtern (Arena y estrellas). El asunto del llamado «poeta que lloró toda su vida» era el sionismo. Una amarga referencia a la promesa bíblica, recuerda que ya «somos pisoteados como las arenas, pero ¿cuándo habrá de concretarse lo prometido sobre las estrellas?»
A mediados de agosto de 1917, empezó para Kafka su peor pesadilla cuando se despertó en mitad de la noche vomitando sangre. Su diagnóstico de tuberculosis, una enfermedad bastante extendida por aquel entonces y que era prácticamente incurable, lo llevó de balneario en balneario. Según su biógrafo, Radek Malý, Kafka “luchó contra la tuberculosis durante los siguientes siete años, lo que cambió radicalmente su forma de vida”.
En una carta escrita por el propio Kafka a Milena Jesenká desde un sanatorio en el norte de Italia, le preguntaba: “Quién me soportará en el hotel si toso como ayer, de 9:45 a 11:00, ininterrumpidamente. Luego me duermo, y hacia las 12:00 doy vueltas y más vueltas en la cama y vuelvo a toser hasta la una”. Mientras los pacientes tomaban el sol y seguían sus estrictas dietas, Kafka se dedicaba a la lectura y la correspondencia.
Al salir del sanatorio, Franz se instaló en una casa que su hermana tenía en el campo y en la que escribió El castillo. Durante el mes de abril de 1924, la tuberculosis le obligó a ingresar de nuevo en un sanatorio, esta vez en el de Kierling, Austria, donde el 3 de junio de 1924, moría en brazos de su amada Dora. Según palabras de la propia Dora: “Un día vivido con Franz supera todo lo que jamás hubiera escrito”.
¿Pero alguien se imagina el mundo de la literatura sin la obra de Franz Kafka? Pues no la conoceríamos en su totalidad si su íntimo amigo, Max Brod, hubiera hecho caso del último deseo del autor: “Mi última petición. Todo lo que dejo atrás […] en forma de cuadernos, manuscritos, cartas, borradores, etcétera, deberá incinerarse sin leerse y hasta la última página”. Estas son las palabras que Brod halló escritas entre los archivos de casa del escritor. Durante su enfermedad, Kafka, no sabía si se recuperaría y le dijo a su amigo que los únicos libros que debían sobrevivirle eran La condena, El fogonero, La metamorfosis, En la colonia penal, Un médico rural y Un artista del hambre.
Kafka era incapaz de destruir su obra e hizo recaer dicha responsabilidad en la persona de su íntimo amigo, Max Brod. Tras el entierro del escritor, su padre firmó un contrato por el que otorgaba a Brod el derecho a publicar póstumamente todas las obras de Franz Kafka. En palabras de Brod: “Debería haber designado a otro albacea si estaba total y completamente decidido a que se cumplieran sus instrucciones”. Brod pasó el resto de su vida ensalzando la figura de su fallecido amigo, al cual calificó como: “El más profético (y perturbador) cronista del siglo XX”.
Fue autor de las novelas El proceso (Der Prozeß), El castillo (Das Schloß) y El desaparecido (Amerika o Der Verschollene), la novela corta La metamorfosis (Die Verwandlung) y un gran número de relatos cortos. Además, dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos. Su peculiar estilo literario ha sido comúnmente asociado con la filosofía artística del existencialismo —al que influyó— y el expresionismo. Estudiosos de Kafka discuten sobre cómo interpretar al autor, algunos hablan de la posible influencia de alguna ideología política antiburocrática, de una religiosidad mística o de una reivindicación de su minoría etnocultural, mientras otros se fijan en el contenido psicológico de sus obras. Sus relaciones personales también tuvieron gran impacto en su escritura, particularmente su padre (Carta al padre), su prometida Felice Bauer (Cartas a Felice) y su hermana (Cartas a Ottla).
Franz Kafka, este murió en el anonimato el 3 de junio de 1924 a causa de una tuberculosis. A pesar de que su vida personal fue tan tormentosa como refleja su obra, Kafka fue en realidad un hombre agradable y de trato fácil, con un sentido del humor que fascinó a sus amigos, casi todos intelectuales judíos.
Fuente: Historia del National Geographic, EL Cateblas (Revista),Wikipedia