
“Sin raíces no hay alas” tituló su libro Bertold Ulsamer
Cuando hay raíces, hay tronco y posibilidad de desarrollar alas que permitan volar y desplegar.
Las raíces nutridas o carentes, débiles o fuertes, gruesas o finas, nos conectan con nuestra tierra, con nuestra historia y con la de nuestros antepasados. Nos conectan con sus vidas, sus pensamientos, sus creencias, sus vivencias, sus valores.
Para volar necesitamos raíces. Saber de dónde venimos.
Cuanto más conocimiento, más despegue.
Anidamos y nos nutrimos de ellas para brotar nuestras propias alas.
Anidamos bebiendo su agua; a veces dulce, a veces salada.
Sin raíces no hay alas.
Las raíces se encuentran bajo la tierra, escondidas. A veces con la intensión de guardar secretos bajo muchas llaves. Secretos que tapados y enterrados son tratados de ocultar; aunque el intento es vano ya que a través de ellas bebemos el agua con la información guardada.
Sin raíces no hay alas.
Y para desplegarlas es importante conocerlas.
¿De dónde venimos?
¿Cuál es nuestro ADN?
¿Qué traemos?
¿Cuáles son nuestras creencias limitantes? ¿Son mías? ¿De dónde vienen?
Sin raíces no hay alas.
Y las alas permiten crecer, volar, ver otros paisajes, otras historias.
Las raíces alimentan, las alas despejan.
Estar enraizados, estar parados sobre la tierra, conocer los cimientos, alimentarnos de sus nutrientes tomando lo que nuestro cuerpo, alma y mente necesita; nos permite desplegarnos siendo seres libres que eligen y son responsables de su vuelo.
Sin raíces no hay alas
Vale para los individuos y para los pueblos.
Lic. Y Clor. Graciela Polonsky