Reproducimos un artículo de opinión publicado en Infobae.com escrito por el ex secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, Lic. Claudio Avruj con motivo del 44° aniversario del Golpe de Estado que sufrió la Argentina entre los años 1976-1983. Durante ese período alrededor de 1300 judíos fueron desaparecidos y torturados de forma más cruel por su condición.

“Sin la conciencia de la unión nacional será imposible la consolidación de la democracia; sin solidaridad, la democracia perderá sus verdaderos contenidos. Esta llama debe prender en el corazón de cada ciudadano, que debe sentirse llamado antes a los actos de amor que al ejercicio de los resentimientos”. Este es un párrafo sustancial del discurso pronunciado por el presidente Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983 al dar comienzo a su gestión de Gobierno e iniciar el período democrático del que gozamos.

Como lo fueron en su momento para la sociedad de aquel tiempo, estas palabras deben ser inspiradoras en el presente cuando la crisis humanitaria que atravesamos nos pone a prueba con urgencia y en forma dramática.

Este 24 de marzo nos encuentra a todos en un escenario inimaginado en el cual estamos actuando sin distinción alguna, y donde se pone en juego hora a hora ese llamado sagrado a tener conciencia de la unión nacional, en igualdad, sin distinciones, ni especulación ideológica y/o partidaria.

Sobre el final de su extraordinario libro Eran humanos, no héroes, Graciela Fernández Meijide narra lo siguiente: “En el mes de septiembre de 2012 me invitaron recordar La Noche de los Lápices en dos colegios: el Lenguas Vivas y el Pestalozzi. Me preguntaba cómo sintetizar ante alrededor de cien chicas y chicos de 16 años una historia que ellos vivían ya tan lejana. Y decidí empezar con la pregunta que me impulsó a escribir: ¿Por qué nos pasó lo que nunca debió habernos pasado? Fue fácil y además apasionante ver que esos adolescentes querían saber cuáles desafíos habían afrontado aquellos que hoy podrían haber sido o son sus padres, y cómo se había respondido a las contradicciones que ellos planteaban. Procuré que se pensara en la inutilidad de tantas muertes, miles, fueran del bando que fueran. En el valor de abandonar la rispidez de la confrontación permanente para transitar hacia la búsqueda de consensos para que, desde la responsabilidad de los gobiernos, se den soluciones equitativas a las necesidades elementales de los ciudadanos que legítimamente piden vislumbrar su felicidad”.

La profundidad de las preguntas y reflexiones que expone en el párrafo citado nos deben servir para meditar serenamente en esta nueva fecha que nos marca como sociedad. Sin duda alguna, conmemorar el 24 de marzo nos impone, por sobre todas las cosas, respetar el dolor por las heridas aún abiertas de cada familia que llora y sufre y honra a sus seres queridos, a los que no están, a los que fueron asesinados, torturados, apropiados, censurados y los que están desaparecidos. Repudiar, una vez, como lo hacemos la inmensa mayoría, el terrorismo de Estado llevado a cabo en esos años que la Justicia describió, tipifico, juzgó y condenó sin ambigüedades.

Los hechos de la historia están para ser recogidos y capitalizarlos en nuestro tiempo sin especulaciones, apropiaciones indebidas, ni maniqueísmos. Eric Hobsbawm, reconocido como el más grande historiador contemporáneo, definió que “el objeto de la historia no es sencillamente descubrir el pasado, sino explicarlo y proporcionar así un vínculo con el presente”. Debemos reconocer los errores cometidos como país, ponderar las posibilidades que tenemos en democracia y ver así la magnitud de lo que se destruyó aquel día.

En otro tramo de su discurso, Alfonsín señaló: “La democracia aspira a la coexistencia de las diversas clases y sectores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de la vida. Es pluralista, lo que presupone la aceptación de un sistema que deja cierto espacio a cada uno de los factores y hace posible así la renovación de los gobiernos, la renovación de los partidos y la transformación progresiva de sociedad”.

De esto se trata este día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, que la democracia determinó por ley para todos, para pensar lo que perdemos cuando el Estado no cumple su rol y se pone de espaldas a la ley y al derecho, pero también de lo grave que es cuando sesgamos la información y la educación adoctrina.

Hay una historia antes y después del 24 de marzo de 1976 con muchos actores que tuvieron distintas responsabilidades las cuales deben seguir siendo estudiadas.

Pero hoy, 24 de marzo de 2020, debemos honrar la democracia, y que en su nombre en estos días difíciles y tristes en los que todos nos reconocemos vulnerables y necesitados de las mismas respuestas, sepamos dar un salto cualitativo definitivo que nos impulse mejores hacia adelante.

Ese será el mejor homenaje.

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